Las cortinas y Mi monstro


Me dan miedo las cortinas, en realidad no son las cortinas sino lo que hay detrás de ellas, aquello que no vemos pero imaginamos. Siento un temor especial cuando para emprolijar la casa cierro la cortina de la ducha, la única que existe en casa, escondiendo baldes, secadores de piso, trapos, lavandinas, detergentes y otras cositas. No puedo evitar pensar que hay alguien escondido allí. Y así fue que temiendo sin sentido sucedió lo que mi temor deseaba. Fue unas de aquellas defecadas irrepetibles, esas que complementan un par de días sin nada, el almuerzo del domingo, y las porquerías que comí el sábado porque salí de joda y me chupé todo y después me comí todo para rebajar mi soberano pedo etílico. El caso es que al correr la cortina me lo encontré, era un monstruo literal y se parecía a mí, pensé por un segundo que estaba llegando al final de mis días. No fue así, después de extensas conversaciones y sin otra que asumir mi exposición escatógica llegamos a un acuerdo, de a poco nos hicimos amigos, tan amigos que hoy me atrevo a llamarlo con cariño: Mi bien amado monstruo.


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